TRIO
Cuando era niña en Buenos Aires, tuve tres mejores amigas que marcaron mi vida. Crecimos juntas, compartiendo nuestra infancia y juventud de una manera inseparable. Estábamos juntas en la iglesia, en la escuela y en cada momento libre. Incluso pasábamos las noches en vela, hablando por teléfono bajo las sábanas, a pesar de haber estado juntas todo el día. Aún me pregunto qué tanto teníamos que decirnos.
Nos llamaban "El trío". Éramos inseparables, alegres y, según decían, también bastante atractivas. Los chicos solían seguirnos, pero cuando tenían la oportunidad de hablarnos, los nercios los traicionaban y no se atrevían a iniciar una conversación.
La nostalgia por nuestra juventud es tan hermosa que a veces parece irreal, como un recuerdo que brilla en el corazón. Hoy, aunque la vida nos ha llevado por caminos distrintos y vivimos lejos unas de otras, de repente me invadió ese sentimiento de añoranza. Sin pensarlo, tomé un lápiz y escocé un dibujo que representaba nuestra amistad y esos días involvidables.
Lo dibujé en blanco y negro, como un simple boceto a lápiz, pero no pude resistirme a un pequeño detalle: me dibujé con zapatos rojos, resaltando con picardía que, por supuesto, yo era la más bonita... ¡jaja!